lunes, 21 de enero de 2013

Si tiene que ser, será.

El año pasado aprendí algo muy importante que estoy segura de que me marcó de por vida. A mitad de año, me peleé con mi mejor amiga. Fue una discusión dolorosa, y se dio porque las dos veníamos guardando muchas cosas que, aunque en el momento, eran pavadas, se juntaron y se volvieron algo muy grande que no pudimos controlar.
Nos dijimos todo lo que sentíamos y decidimos que lo mejor era que siguiera cada una por su lado. Los primeros días fueron pasables, porque yo todavía estaba embroncada y eso no me daba lugar para sentir otra cosa. Pero pasó un mes, dos meses, tres, hasta que me di cuenta de cómo la necesito en mi vida y me agarró un miedo enorme de que las cosas nunca volvieran a ser lo que eran, porque ya me había pasado otras veces con otras personas. Pero no es lo mismo separarte de una amiga con la que te juntás de vez en cuando que distanciarte de la persona que más te conoce, que te quería y te supo querer cuando sentías que nadie más lo hacía.
Casi medio año peleadas. Lágrimas, cosas que no me animaba a decir. Y a ella le pasaba lo mismo que a mí. Uno de los últimos días de clase, hablamos, y me di cuenta de que a veces hay que dejar ir, pero que la gente que tiene que estar en tu vida, siempre se va a quedar, no importa lo que pase.
Hoy estamos como antes, y hasta creo que mucho mejor, y aprendí a valorar la amistad que tenemos y a que superemos un montón de cosas juntas.
Para terminar la entrada quiero dejarles una frase que me encanta y en la que creo mucho: "El tiempo es como el viento, arrastra lo liviano, y deja lo pesado."

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